La izquierda no entiende a Karl Popper
Estoy seguro de que todos vosotros estáis familiarizados con la famosa viñeta de Pictoline que habla sobre la llamada paradoja de la tolerancia, una famosa paradoja enunciada por el filósofo Karl Popper en su libro de 1945 La sociedad abierta y sus enemigos, y que vendría a afirmar que para preservar la tolerancia dentro del marco de una sociedad, es necesario no tolerar la intolerancia.
Leída la viñeta de Pictoline, ¿cuál es el problema que podemos identificar aquí? Que la interpretación que la izquierda progresista hace del concepto “intolerante” frecuentemente señala a aquellas personas procedentes de líneas ideológicas contrapuestas a las suyas como tales. De esta manera, justifican que dichos “intolerantes” deben ser objeto de censura, puesto que para preservar la tolerancia no se debe tolerar la intolerancia, y si el intolerante es aquel que no comparte nuestras visiones del mundo y la sociedad, entonces sería legitimo censurarle.
En una época de señalamientos constantes, de discusiones encarnizadas y polarizadas y de acusaciones constantes de machismo, racismo, xenofobia, homofobia, misoginia y cualquier otro adjetivo denotativo de una actitud intolerante o agresiva hacia cualquier colectivo social considerado en desventaja frente al resto de la sociedad, la acusación de intolerante es tan fácil de obtener como un refresco en una discoteca. Esto lleva a que las interpretaciones de la paradoja de la tolerancia de Popper puedan contener implicaciones mucho más peligrosas, y es por ese mismo hecho que debemos contrarrestar la visión equivocada existente sobre las palabras de Karl Popper.
Para hacerlo, debemos consultar qué es lo que Karl Popper realmente dijo, y la mejor manera de hacerlo es visitando el propio libro y viendo cuáles son sus palabras al respecto. En el apartado de su libro que trata la cuestión de la paradoja de la tolerancia, Popper nos dice lo siguiente:
Menos conocida es la paradoja de la tolerancia: La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto con ellos, de la tolerancia. Con este planteamiento no queremos, significar, por ejemplo, que siempre debamos impedir la expresión de concepciones filosóficas intolerantes; mientras podamos contrarrestarlas mediante argumentos racionales y mantenerlas en jaque ante la opinión pública, su prohibición seria, por cierto, poco prudente. Pero debemos reclamar el derecho de prohibirlas, si es necesario por la fuerza, pues bien puede suceder que no estén destinadas a imponérsenos en el plano de los argumentos racionales, acusándolos de engañosos, y que les enseñen a responder a los argumentos mediante el uso de los puños o las armas deberemos reclamar entonces, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes. Deberemos exigir que todo movimiento que predique la intolerancia quede al margen de la ley y que se considere criminal cualquier incitación a la intolerancia y a la persecución, de la misma manera que en el caso de la incitación al homicidio, al secuestro o al tráfico de esclavos.
Probemos a hacer la comparación con lo que se afirma en la viñeta de Pictoline. Mientras que lo que se afirma en la viñeta de Pictoline es que aquellos que son intolerantes deben ser censurados y sus discursos deben ser prohibidos con el propósito de preservar la tolerancia, lo que Popper afirmó realmente en su libro es que las ideas intolerantes no deben ser prohibidas mientras puedan ser contrarrestadas con argumentos racionales, pero que debe reclamarse el derecho de prohibirlas en caso de que su destino no sea su imposición en la sociedad por medio de la argumentación racional, sino de la violencia física. Esto, como veis, es bastante contrario a lo que se dice en la viñeta de Pictoline. Además, Popper deja bastante claro qué es lo que entiende por intolerancia. Para Popper un intolerante no es aquel que cuestiona mediante argumentos racionales que pueden ser más o menos compartidos ciertos axiomas sociopolíticos culturalmente asentados, sino aquellos que persiguen a quienes poseen distinto pensamiento al suyo mediante el uso de la violencia o llaman a que se les persiga.
En el momento en que pasamos a definir al intolerante mediante el arbitrio ideológico y poco objetivo de personas que secundan una determinada ideología y se interpreta la paradoja de Popper en base a dichos prismas ideológicos, corremos el riesgo de acabar convirtiéndonos en los intolerantes de los que el propio Popper hablaba, por lo que defender la paradoja de Popper acabaría por implicar una defensa de nuestra propia censura.
Por tanto, la viñeta de Pictoline que vimos al principio de este artículo quizás necesite una importante corrección, en la que introduzcamos qué entendía Popper por intolerancia.
Conclusiones
Debido a la naturaleza de la propia paradoja de la tolerancia, en la que se legitima un comportamiento intolerante con quienes exhiben intolerancia para proteger a su vez la tolerancia, es importante delimitar claramente quiénes son los sujetos y elementos intolerantes en nuestra sociedad, que son aquellos que no emplean la razón para tratar de convencer a los demás de sus posturas, sino aquellos que emplean la violencia y la coacción para imponer sus paradigmas ideológicos. Karl Popper lo tenía claro en la década de 1940, después de haber vivido y atravesado todo el contexto de la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto y el régimen de Adolf Hitler. Sin embargo, algunas personas no parecen tener claro en 2024 que esto no puede ir de erradicar ideas que a nosotros nos parezcan intolerantes solo porque no nos gusten las consecuencias prácticas de su implementación, sino de censurar aquellos comportamientos que amenacen objetivamente la libertad de expresión y la tolerancia ideológica en nuestras sociedades.
Con una correcta comprensión de esta paradoja podremos avanzar hacia sociedades verdaderamente tolerantes y con una buena calidad en lo que respecta a la libertad de expresión, ya que cualquier límite a la libertad de expresión que vaya más allá de los supuestos en los que exista un menoscabo real, objetivo y palpable de alguno de los derechos fundamentales será un límite basado en meras prescripciones ideológicas que podrán ser variables dependiendo del ideólogo en cuestión. Y eso es indudablemente algo que deberíamos evitar.